DEL ÁBACO AL PC: HISTORIA DE LA INFORMÁTICA

eniacLa luz de la zona oeste de Filadelfia palideció tímidamente. En el primer piso de la Facultad de Ingeniería de Pensilvania cientos de Kilómetros de cable y más de 18.000 válvulas cobraban vida. Eniac comenzó a tragar tarjetas, la respuesta no se hizo esperar. El sueño de dos hombres, la ilusión de varios siglos se había conseguido. Eran los finales de 1945.

… ¡Y ME LLEVO UNA!

La cosecha había sido buena, como cada año, el agricultor se dispuso a contar los sacos de trigo. Por cada saco levantaba un dedo, pero ya no le quedaban dedos y aún sobraban sacos. Consternado se miró los pies e intentó levantar el meñique, la alpargata se lo impedía. Armándose de una seguridad que no le pertenecía gritó: “y me llevo una” al tiempo que para no olvidarlo levantaba su pie derecho. Bajó los dedos y prosiguió contando normalmente. Por fortuna el número de sacos no pasó de la veintena y el inteligente agricultor no hubo de levantar su pie izquierdo. Había nacido el sistema decimal.

Hicieron falta 2000 años para que este sistema se impusiera en Europa de forma definitiva. Después de su importación llevada a cabo por los árabes, el sistema de numeración indoárabe llegaría incluso a estar expresamente prohibido. Gracias a este sistema la automatización del proceso de cálculo se haría posible.

Empezar una historia de los videojuegos mil años antes de Cristo puede parecer ridículo, sin embargo, no olvidemos que los videojuegos siempre han estado estrechamente relacionados con los ordenadores, así que  para entender sus orígenes, y antes de hablar de marcianitos, comecocos y vidas extras, es casi obligatorio hacer un pequeño repaso de la historia de la informática y de esas personas, como nuestro agricultor, que a lo largo de los siglos fueron sentando las bases de lo que hoy en día conocemos como una sociedad informatizada.

En la antigüedad cada cantidad se representaba por un símbolo, o un conjunto de éstos, en atención a un puñado de reglas más o menos cabalísticas, arcaicas y caóticas. El hecho de poder representar cualquier cantidad mediante diez símbolos y con unas reglas tan sencillas como fijas constituiría un primer paso hacia esa sociedad informatizada de la que hablábamos antes.

El primer antecedente histórico destacable como forma de automatizar los cálculos data del 1.100 a.C, el ábaco. Mediante este ingenioso instrumento constituido por varias cuentas ensartadas en unas varillas de alambre, se realizaban con notable presteza y fiabilidad las cuatro operaciones básicas en la milenaria China. Para los más incrédulos, sólo decir que tras la invasión americana del Japón, en 1946, un oficial norteamericano luchó en una competición aritmética contra un funcionario japonés. Como armas se utilizaron una calculadora eléctrica de mesa por parte americana y un ábaco por parte japonesa. El resultado fue más que ridículo. “Ayer la era de la máquina dio un paso atrás”, fue uno de los titulares de la prensa norteamericana al día siguiente.


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ábaco (1100 a.C.)

 

TIC, TAC. A SUMAR Y A RESTAR

Aunque la idea estaba en la mente de todos, el primero verdaderamente poseído por esta ambición fue Wlhelm Schickard, maestro relojero, quien en 1623 construyó su “reloj de cálculo”. La máquina en cuestión realizaba las cuatro operaciones básicas y disponía de una capacidad de cálculo de seis dígitos. Curiosamente, cuando mediante cualquier operación se superaba este límite (999.999) sonaba una campana. El operador entonces debía ponerse un anillo en su mano derecha para de este modo seguir efectuando operaciones sin perder un millón en el cómputo.

Schickard escribiría a Kepler explicando su invento, por el cual el eminente astrónomo se sentiría especialmente interesado. Sin embargo, el fuego acabaría con el reloj que Schickard le había construido. Kepler jamás llegaría a ver la máquina en funcionamiento.


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[izquierda] Reloj de Cálculo  (Schickard , 1623)  [derecha] Pascalina (Pascal, 1645)

Casi 20 años más tarde, Blaise Pascal, basándose en los engranajes de Schickard construía su sumadora, la Pascalina. La Pascalina sólo era capaz de realizar sumas y restas. Como dato innovador respecto a la máquina de Schickard, fue la resta realizada como suma de complementos. El sistema se basaba en la siguiente igualdad:

b-a = (b-(c-a))-c

Donde c era 10, 100, 1000… en función del número de dígitos de b. Naturalmente, ningún ser humano emplearía la fórmula para calcular mentalmente, sin embargo, Pascal entendió que el objetivo no era emular el pensamiento humano para resolver los cálculos sino realizar éstos de la forma más rápida y sencilla y la Pascalina así lo hacía.

No podemos separar de la búsqueda de estas formas más o menos artificiosas de calcular el nombre de John Napier, inventor de los logaritmos. Mediante el empleo de sus famosas tablas saber multiplicar ya no era necesario, bastaba con saber que:

log(a.b) = log(a) + log(b)

El descubrimiento de Napier engendraría la regla de cálculo, instrumento desarrollado por el astrónomo Edmun Gunter alrededor del 1600 y perfeccionado por Seth Partrigde en 1662. Los cálculos, en ésta, se realizaban mediante mediciones de distancias geométricas sobre una escala logarítmica.

La diferencia ordenador digital/analógico comenzaba a vislumbrarse. En las calculadoras construidas a base de engranajes todos los números representados entre dos dientes, se perdían, o bien avanzaba un diente o no avanzaba, no existía movimientos fraccionarios entre dos dientes. Por el contrario, en la regla de cálculo podía representarse cualquier número, bastaba con situar el puntero sobre la posición correcta de la escala. El problema estaba en conseguir por parte del operador y de la naturaleza intrínseca de la máquina, precisiones más alá del medio milímetro. El enfrentamiento entre estos dos conceptos antagónicos habría de resolverlo el futuro, razones económicas doblegarían el avance de la informática por una senda preferentemente digital.

Aunque sus estudios no fueron aplicados en su época, un hombre que contribuyó al posterior desarrollo de esta técnica fue Gottfried Leibniz, quien desarrolló la aritmética binaria, orden en el que funciona cualquier ordenador en nuestros días. También realizaría algunos trabajos sobre lógica, en los que Boole se inspiraría años más tarde para desarrollar la lógica simbólica. Sin embargo, Leibniz no podía permanecer al margen de los vientos pragmáticos de la época, construyendo lo que él mismo denominó como la Calculadora Universal. Esta aventajaba a la Pascalina al ser capaz de realizar las cuatro operaciones básicas. El primer modelo estuvo terminado en 1671, aunque no sería hasta 1694 cuando saca el modelo definitivo. El sistema de cálculo empleado revolucionó la ingeniería aplicada a estas máquinas. Incluyó un nuevo elemento que venía a sustituir a la práctica totalidad de los engranajes. Estaba constituido por un cilindro dentado de longitud variable, cada uno de los dígitos se representaba a una altura distinta de la base del cilindro. El sistema, conocido como Rueda Escalonada de Leibniz, continúa aún empleándose en muchos de los modelos de máquinas registradoras que pueden verse sobre los mostradores de antiguos pequeños comercios.


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Calculadora Universal (Leibniz, 1694)

La calculadora de Leibniz fue la primera en comercializarse a razón de unas 20 o 30 por año. Por el momento la industria era incapaz de realizar en serie piezas que debían soportar tal grado de precisión. Aún habría que esperar varios años para conseguir un volumen de fabricación lo suficientemente importante para reducir los costos de estas pequeñas maravillas artesanales.

EL SUEÑO DE UN LOCO

A principios del siglo XIX, Chales Babbage se plantea la empresa de construir una máquina que calcule logaritmos con una precisión de veinte decimales. Las tabla confeccionadas por Napier al final de su vida estaban sembradas de errores, de forma que los resultados obtenidos a partir de mediciones, realizadas con suma pulcritud, resultaban falsos al haberse utilizado en su cálculo valores erróneos de los logaritmos. Barcos que salían de su ruta, paralelos y meridianos más largos o cortos de lo que en realidad eran, constituían si bien no una norma sí un hecho manifiesto de estos errores.

Con una subvención de más de 17.000 libras (más de un millón de euros) Babbage acometió esta empresa por encargo de la Royan Society. La mente inquieta y asombrosa del científico perfeccionaba cada noche el proyecto del día anterior. La Máquina de diferencias, nombre con el que bautizó su proyecto en función del sistema de cálculo que utilizaba, estaba basada en la aproximación de diferencias polinómicas. Los mecánicos que trabajaban con él en el proyecto y que no entendían aquellas modificaciones encaminadas a una optimización del sistema, acabaron enfrentándose con su persona y la subvención que lo otorgara la Royal le sería finalmente retirada.

La decisión de la Royal no desanimó a Babbage, todo lo contrario, abandonó el proyecto, o mejor dicho, lo cambió por otra mucho más ambicioso: La Máquina Analítica.

La concepción ideal de esta máquina era prácticamente idéntica a lo que hoy entendemos. Un dispositivo de entrada y otro de salida, una unidad de control, una memoria para almacenamiento de los datos y una unidad lógica capaz de realizar ciertas operaciones, constituían a grandes rasgos las diferentes partes de su máquina. El diseño requería miles de engranes y mecanismos que cubrirían el área de un campo de fútbol y necesitaría accionarse por una locomotora. Los escépticos le pusieron el sobrenombre de "la locura de Babbage".

Especialmente revolucionario fue el empleo de tarjetas perforadas como medio de introducir los datos en la máquina. Realmente el sistema no era propiamente suyo, aunque sí su utilización. El inventor del sistema fue Jacquard, quien las utilizaba en su telar para confeccionar tapices. Babbage llegaría a afirmar: “Mi máquina tejerá pautas algebráicas de la misma manera que el telar de Jacquard teje flores y hojas”.


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[Izquierda] Carles Babbage (1793 – 1871)   [Derecha] Parte de la Máquina Analítica construida posteriormente por el hijo de Babbage

Sin embargo, poco sería lo que la máquina de Babbage “tejería”, la técnica habría de traicionarle. Frustrado ante la imposibilidad práctica de la construcción de su máquina, moriría amargado y tachado de loco, llevando consigo la práctica totalidad de sus ideas. Su obra se olvidó a tal grado, que algunos pioneros en el desarrollo de la computadora electrónica ignoraron por completo sus conceptos sobre memoria, impresoras, tarjetas perforadas y control de programa secuencia.  Lo poco que de él nos queda se lo debemos a Lady Ada Augusta Lovelace, hija de Lord Byron y discípula suya, en cuyo honor la NASA bautizaría con su apellido el lenguaje por ellos desarrollado. Fue ella la que sugirió a Babage la idea de que las tarjetas perforadas pudieran adaptarse a la máquina para que ésta repitiera ciertas operaciones. Debido a esta sugerencia algunas personas consideran a Lady Lovelace la primera programadora de la historia.

Un concepto básico diferenciaba el prototipo de Babbage de las máquinas calculadoras diseñadas hasta la época. La Máquina Analítica era programable, llegándose incluso a considerar en ella los saltos de bifurcaciones durante la ejecución de un programa. Las bases teóricas estaban creadas, no en vano Aiken, creador del Mark I, afirmaría un siglo más tarde: “Si Babbage hubiera vivido 75 años más tarde yo estaría sin trabajo”.

Ya que nos encontramos en el siglo XIX no podemos olvidar un nombre español en esta historia: Leonardo Torres-Quevedo desarrolla dos máquinas calculadoras, una basada en conceptos analógicos y la otra en digitales. Sin embargo, su verdadero triunfo en este campo lo constituyó su Ajedrecista, máquina totalmente automática, creada en 1912, capaz de dar mate con rey torre contra rey. La perfección de esta maravilla alcanzaba a detectar jugadas no válidas realizadas por el oponente.


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[Izquierda] El primer Ajedrecista (Torres-Quevedo, 1912)  [Derecha] El hijo del inventor, D. Gonzalo Torres-Quevedo en una exhibición del Ajedrecista

LA HISTORIA DE UN CENSO

La incorporación de motores eléctricos a estas máquinas consiguió acelerar notablemente los procesos de cálculo así como su fiabilidad, aunque la concepción de calculadora concebida por Leibniz no sufrió cambios sustanciales. En 1886 los horizontes de la informática habrían de verse nuevamente ampliados.

Según la ley americana, cada diez años debía realizarse un censo de población. En el correspondiente a la etapa comprendida entre 1870 y 1880 se habían empleado 8 años y esta cifra aumentaba geométricamente a medida que aumentaba la población. Hermann Hollerith, funcionario de la oficina del censo, se plantea el problema de automatizar la clasificación. Para su objetivo recoge la idea de Babbage y codifica mediante perforaciones cada una de las características que el censo recogía. El sistema de lectura de estas fichas era relativamente sencillo. La tarjeta se situaba de forma automática entre dos planchas sobre las cuales se encontraban distribuidos unos contactos eléctricos, allí donde pudiese encontrarse una perforación. De este modo la máquina era capaz de registrar las cualidades del individuo según circulase o no la corriente eléctrica.


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Máquina Tabuladora (Hollerith, 1889)

La máquina de Hollerith fue todo un éxito logrando reducir el tiempo de clasificación de 8 a 2 años, unas trescientas tarjetas por minuto. Conocedor del potencial de su invento, Hollerith lo patentó fundando entorno suyo una empresa, la TMC (Tabulating Machine Company).

La principal innovación en la clasificadora de Hollerith consistía en procesar información no exclusivamente numérica como era el caso de las calculadoras anteriores, sino cualquier dato capaz de expresarse mediante una combinación de “síes” y “noes”.

Años más tarde la TMC pasaría a formar parte del Holding TCR cuyo director general a partir de 1910 sería Tomas Watson, el cual no tardaría mucho tiempo en hacerse dueño de la compañía y cambiar su nombre por el de IBM (International Bussines Machines). El verdadero boom de esta empresa sobrevino al finalizar la gran crisis del 29, mientras que la industria había quedado paralizada, IBM había seguido trabajando a pleno rendimiento como si nada sucediese. El stock almacenado había llegado a alcanzar cotas alarmantes. Terminada la crisis que comenzó un viernes en Nueva York, la implantación de la Seguridad Social en EEUU provocaría una demanda brutal de estos productos que comercializaba la firma. Las empresas, en atención a unos mayores rendimientos, encontraron en la mecanización la pieza clave. Sólo gracias a la labor de hormiguita hacendosa, realizada durante los últimos años, IBM sería capaz de enfrentarse a la avalancha de pedidos. Como dato significativo, sólo resaltar los tres millones de tarjetas vendidas en 1935 y que pueden dar una idea de todo lo dicho.

PROGRAMABLES: ORDENADORES DE PRIMERA GENERACIÓN

A partir de 1934 Konrad Zuse desarrolla en Alemania el Z1, máquina destinada a la resolución de problemas estadísticos, sin embargo el nazismo no sería el caldo de cultivo ideal para el desarrollo de su invento. El Z1 se basaba en su totalidad en la aritmética binaria, operaba en coma flotante y disponía de 64 registros de 22 bits cada uno. Al Z1 le siguió el Z2 y a este el Z3, el cual fue considerado como el primer ordenador universal y completo. Antes del inicio de la II Guerra Mundial Zuse propuso al gobierno nazi la creación de un ordenador de características similares al Z3 pero electrónico. La magnitud del proyecto no fue comprendida en su verdadera dimensión siendo rechazado. La gloria aguardaría unos años más hasta el nacimiento del Eniac.

Comenzada la guerra, toda la serie Z de Zuse constituyó uno de los principales blancos de la aviación aliada, sólo el Z4, versión modificada y mejorada de su antecesor el Z3, se salvaría de esta caza.


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Z3 (Konrad Zuse, 1941)

Paralelamente a la serie Z, la ATT en Estados Unidos no escatimaba esfuerzos en esta industria floreciente que habría de convertirse en Ciencia. Con una subvención de esta compañía telefónica, George Stibitz finalizaría en 1940 su Complex Calculator, ordenador electromecánico que al igual que el de Zuse, se basaba en ceros y unos. Como aportación revolucionaria, Stibitz incorporó a su máquina un teletipo que se encontraba conectado, vía telefónica, con otro situado en Nueva York a más de 400 kilómetros de distancia. La conversación telefónica entre dos ordenadores era un hecho.

El presentimiento de una guerra que embarcaría a toda Europa constituyó indudablemente un impulso considerable en el desarrollo de la informática. Los cálculos balísticos y la guerra de mensajes cifrados conformaría los dos objetivos básicos de las máquinas pensantes en la primera mitad de la década.

En 1939, con una subvención de IBM, Howard Aiken comienza a trabajar en el que sería conocido oficialmente como ASCC, Automatic Sequience Controllec Computer, llamado cariñosamente Mark I. Con precio superior a cinco millones de dólares y más de 800 km de cable en su interior, Mark realizaba sumas y restas en un tercio de segundo, dividiendo en tan sólo 10 segundos. El dispositivo de entrada se basaba en cinta continua perforada y naturalmente era programable. Asimismo disponía de un conjunto de mecanismos que le permitían calcular las funciones más usuales, seno, coseno, tangente, etc…


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En 1944 Howard Hathaway Aiken termina la construcción del Harvard Mark I

EL PRIMER COLOSO

Casi de forma paralela a la construcción del Mark, en la Facultad de Ingeniería Moore de Pensilvania, comenzaron a desarrollar el primer ordenador electrónico. Dos hombres serían los encargados de acometer tan magna empresa, John William Mauchly y John Eckert. De esta unión nacería Eniac, el primer ordenador electrónico del mundo. Con más 18.000 válvulas y una producción de calor equivalente a 200 kw mientras estaba encendido, Eniac realizaba una suma en 0.6 milisegundos y en una división tardaba menos de 10 milisegundos. Sin embargo, cada día de trabajo del Eniac suponía un numeroso grupo de válvulas fundidas, lo que provocaba un continuo paseo de operarios por toda la primera planta del edificio, a la búsqueda de los bulbos fundidos. A parte de esto, la programabilidad del Eniac era aún más que obsoleta. Cuando se precisaba cambiar de programa, la estructura interna de máquina tenía que ser modificada en función de las nuevas necesidades. 


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Eniac (1944, John William Mauchly y John Eckert)

Existía ya un precedente en la aplicación de la técnica de válvulas para estas máquinas. John Atanaroff, físico norteamericano, la había empleado en la construcción de un calculador binario electrónico. En 1972 un juez estadounidense habría de conceder, mediante sentencia, la gloria oficial de haber sido el inventor del ordenador electrónico. Si bien no podemos quitar el mérito a este hombre de ciencia, no sería por menos que injusto acatar la sentencia del caso Atanaroff. La calculadora, diabólicamente rápida, carecía de la cualidad indispensable del concepto de ordenador, hoy ya bien definido: la posibilidad de ser programada.

 

LA SEGUNDA GENERACIÓN: PROGRAMAS Y DATOS, SÓLO UNO

En 1945 Johannes von Neumann habría de subirse al tandem, Eckert/Mauchily. De esta unión habría de nacer en 1952 el EDVAC, con un programa almacenado en una memoria de 8 k.

La máquina de Neumann se basaba en tres principios básicos, que se conservan hasta nuestros días:

  1. El programa debe ser almacenado en la misma forma que los datos.
  2. Debe existir una instrucción lógica condicional que permita dotar al ordenador de capacidad lógica.
  3. El programa debe constituir una cadena de decisiones lógicas binarias.

Estos tres principios básicos provocarían la aparición de una necesidad aún no sospechada, los lenguajes de programación.

El recién creado departamento de software de IBM, a cuyo cargo se encontraba John Backus, sería el encargado de desarrollar el Speed-coding para el IBM 701, un ordenador con una aplicación puramente científica.

LA FABRICACIÓN EN SERIE

La primera firma comercial que acometió con éxito esta tarea fue la Remington Rand, para la cual trabajaban Eckert y Mauchly, quienes después de abandonar la Facultad de Moore por problemas de patente sobre el Eniac, habían sido rechazados por Watson para su incorporación en IBM. De este modo, en 1951 surgía el UNIVAC 1, potente ordenador administrativo. A este computador se le incorporaron diversos avances, pero el más revolucionario lo constituyó sin duda el empleo de cintas magnéticas como soporte de almacenamiento. El rotundo éxito del Univac acabaría por hundir la Remington. La empresa, conocedora de la alta competitividad de su aparato, olvidó la investigación dedicándose de forma casi exclusiva a la comercialización de su maravilla. Cuando IBM anunció la aparición de su modelo 705 la sentencia contra Remington ya estaba escrita. La respuesta de la Rand fue el UNIVAC 2, pero ya era tarde. El producto de este fracaso sería la Sperry Rand como fusión de Sperry Gyroscope y la ya mencionada compañía. El golpe final de IBM fue el 1401, que en 1959 llegó a apoderarse totalmente del mercado.


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IBM 1401 (1959)

El modelo 704 de IBM era capaz de trabajar en Fortram y para él un grupo de usuarios desarrolló un sistema operativo, el cual sería distribuido por IBM de forma totalmente gratuita.

LOS PRIMERO HIJOS

El descubrimiento del transistor por parte de Bardeen y Brittain y su posterior perfeccionamiento por Shockley en 1951 convulsionaron nuevamente la concepción técnica, que no lógica, del ordenador. Las máquinas se hacen mucho más pequeñas, menos caras y enormemente más rápidas. La memoria constituida en su mayor parte por tambores magnéticos en los ordenadores de primera generación eran sustituidas por núcleos de ferritas. Asimismo la comunicación por medio de fichas se hizo mucho más rápida y como dispositivo de salida comenzaron a utilizarse impresoras.

Todo esto en lo que respecta al Hardware o física del ordenador. El software o lógica debería también sufrir un notable impulso con la aparición de lenguajes mucho más desarrollados como el Algol, Cobol o Lisp. Del primero de ellos podemos desatacar su formalidad y estructuración, el Cobol supondría la panacea en el manejo de ficheros y el Lisp, un lenguaje creado durante la 2ª Generación y que ofrecerá su verdadero juego hasta la llegada de la quinta.

Las primeras firmas en utilizar la nueva tecnología fueron RCA y NCR a finales de los cincuenta. IBM lanzó también varios modelos: el 7070, el 7080, el 1620 y el más pequeño de todos, el 1401 cuyas ventas superaron las 20.000 unidades, astronómica cifra si consideramos los precios que alcanzaban estos equipos.

LA TERCERA GENERACIÓN

La base sobre la que se aposentó la 3ª Generación fue el circuito impreso. La velocidad de proceso había que medirla ya en millonésimas de segundo. Junto a esta innovación surgió la idea de la multiprogramación. Gracias a ésta varios usuarios compartían, desde distintos terminales, una misma Unidad Central. Realmente podía llegar a pensarse que aquellos pequeños terminales constituían por ellos mismos un ordenador. Se desarrollaron varios lenguajes, entre ellos el querido y apreciado BASIC. Inicialmente este lenguaje, que más tarde se convertiría en el más popular, fue concebido por Kemeny y Kurtz como medio de introducción a los estudiantes en el conocimiento y manejo de FORTRAM. Fue igualmente desarrollado el PASCAL, diseñado a partir del ALGOL 62. Como producto del matrimonio entre el Fortram y el Cobol nacería de las manos de IBM el PL/1.

La tecnología se había convertido en un corcel desbocado y la informática no habría de soltarse de una de sus bridas. La aparición de la MS1 (integración a media escala) provocaría la reducción de los monstruosos concretándose en la aparición de los microordenadores en los inicios de los 70.


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IBM 360 (1964-1977)

El MSU vendría a desplazar a la MSI. Mediante integración a gran escala se conseguirían los primeros microprocesadores. El primero de éstos en comercializarse sería el I-404 por parte de INTEL, con 16 registros de 4 bits y un acumulador, realizaba sumas de 4 bits a velocidades increíbles. Al I-404 le siguió el I-8008, ya de ocho bits, el M-68000 y en 1976 aparecería el popular Z80 con más de 8.000 transistores en su interior.

EL ORDENADOR DOMÉSTICO: 4ª GENERACIÓN

La utilización de los microprocesadores haría posible el acceso de cualquiera a un microordenador. El primero en comercializarse al público fue el ALTAIR 8800, con un precio de unos 600 dólares no tenía competencia, en el aspecto económico, claro está, con ningún otro equipo (el precio inmediatamente superior más bajo rondaba los 600.000 dólares). Después fue el 680 con un procesador de 8 bits, el Motorola 6800. Paradójicamente, las compañías pioneras en dar el gran salgo hacia un público más general fueron desplazadas por el empuje de las más fuertes.


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Altair 8800 (MITS, 1975)

Especialmente revolucionaria fue la aparición de la serie PC de IBM, hasta tal punto que hoy día decir ordenador es equivalente a decir PC. APPLE fue otra de las compañías que entraron con pie firme en este nuevo acontecimiento, con su APPLE I puesto a punto por Steve Jobs y Steve Wozniak en un garaje.

Con la aparición de los ordenadores domésticos, lo que fue la base de las novelas de ciencia ficción de los años 70 habría de convertirse en realidad: un hogar, un ordenador. Son dignas de mencionar en este hecho compañías que a todos nos suenan: Sinclair, Atari, Commodore, todas las acogidas a la norma MSX, Amstrad

Pero de todo esto ya hablaremos más adelante.

Lo que el futuro deparaba nadie podía predecirlo. Se llegó a afirmar que si la aeronáutica hubiera avanzado en la misma medida en lo que lo había hecho la informática durante los últimos 25 años, un Boeing costaría unos 400 euros, daría la vuelta al mundo en 20 minutos y el gasto de combustible no alcanzaría los 20 litros. Con este pasado increíble quién podía imaginar el futuro. El producto de todo esto quizá fuera lo más parecido al HAL de la novela de Arthur C. Clarke “2001, una odisea en el espacio”. Por cierto, ¿conoces la ironía del nombre elegido? corre las letras de sus iniciales una unidad en orden alfabético.


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2001, A SPACE ODYSSEY (MGM, 1968)

Fuentes

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